Un diagnóstico puede ser correcto, un tratamiento puede el indicado, pero si el paciente no lo entiende, el sistema ha fallado.
Pacientes que llegan a casa y buscan en Google porque no entendieron a la enfermera. Que toman el antibiótico cuando creen, sin saber si era cada 8 o 12 horas. Que no vuelven a consulta porque ya no les duele y creen que ya no hace falta. Que siguen comiendo embutidos porque nadie les dijo que tienen sodio.
Son errores con consecuencias para la salud, pero evitables con una buena comunicación entre sanitarios y pacientes.
Este es un problema cotidiano para hospitales y centros de salud de todo el mundo y que rara vez se menciona en los informes médicos. Pero su impacto en la recuperación de los pacientes es directo. Una buena comunicación es la solución.
Cuando el mensaje no llega, el tratamiento fracasa
La mitad de los pacientes no siguen bien las indicaciones médicas. No es que sean rebeldes, es que no las entienden.
Un estudio de la Agency for Healthcare Research and Quality revela que los pacientes con una alfabetización en salud baja tienen más probabilidades de tener que ingresar en el hospital o de sufrir complicaciones que pueden evitarse.
Es básico el concepto de alfabetización en salud: «el conocimiento y las competencias personales aprendidos mediante actividades cotidianas, interacciones sociales y entre generaciones», en este caso, aplicados la propia salud. Organización Mundial de la Salud
¿Algunas de las causas de estos malentendidos? Palabras demasiado técnicas, explicaciones muy rápidas y falta de confirmación de si el paciente de verdad entendió.
En muchos casos, los pacientes no preguntan por miedo a parecer tontos. En otros, creen que lo entendieron bien y toman decisiones a partir de suposiciones.
La distancia entre las indicaciones del personal de salud y lo que los pacientes comprenden es invisible hasta que tiene consecuencias.
Cómo mejorar la comunicación en salud: estrategias que funcionan
La solución no es más información, sino dar solo la necesaria de forma clara, accesible y adaptada a los pacientes.
Estas son algunas estrategias basadas en la evidencia que pueden marcar la diferencia:
1. Usa palabras sencillas
- Ideas que los profesionales tenéis incorporadas suelen ser difíciles para los pacientes. Podéis preparar un listado de palabras en lenguaje claro. Basta una hoja con una lista que podáis tener en un lugar visible de la consulta. Os dejamos una lista al final del artículo, no es exhaustiva, sino un ejemplo.
- Evita las siglas y los «palabros» (tecnicismos). Mejor «presión alta» que «hipertensión».
2. Confirma que los pacientes te han entendido
- Método de enseñar lo aprendido (teach-back): pídele al paciente que te explique con sus propias palabras qué debe hacer. Si no lo puede repetir bien, no lo ha entendido y tienes que volver a explicárselo.
- Hazles preguntas abiertas en lugar de decir cosas como «¿Lo ha entendido?», ya que muchos pacientes te dirán que sí por vergüenza.
3. Humaniza la comunicación
- Practica la escucha activa. Dales tiempo a los pacientes para hablar, no les interrumpas y así podrán hacerte las preguntas que tengan.
- Trata de ver a los pacientes como personas adultas que quieren hacer lo mejor para su salud y que son capaces de aprender si les ayudas.
4. Implica también a las familias
- La familia puede ser muy importante para ayudar al paciente o la paciente a comprender su tratamiento y cómo debe seguirlo. Explícaselo también a los acompañantes.
- Trata a los pacientes como expertos en su propia vivencia. Nadie conoce su cuerpo mejor que él o ella.
Los resultados de una mejor comunicación en salud
Seguir estas estrategias no es solo una cuestión de mejorar la experiencia de los pacientes. Tiene un impacto directo en los resultados en salud.
- Aumenta la adherencia al tratamiento: los pacientes siguen mejor las instrucciones cuando las entienden.
- Se reducen las visitas evitables a las urgencias: una información clara no deja lugar a dudas y evita consultas repetidas.
- Mejora la gestión de las enfermedades crónicas: diabetes, hipertensión y otras afecciones están mucho mejor controladas cuando el paciente tiene información clara y exacta.
- Se controlan mejor la ansiedad y los miedos: entender qué está pasando reduce el estrés y mejora la relación con el sistema de salud.
Conclusión: si comunicas bien, curas mejor
Una comunicación clara no es un lujo ni un detalle sin importancia. Es una herramienta médica tan importante como un fármaco o una cirugía.
Los errores por malentendidos pueden evitarse con estrategias efectivas para asegurarse de que el paciente comprende, confía y participa en su propia atención.
20 enfermedades crónicas en lenguaje claro
Asma: es cuando las caminos de los pulmones por donde pasa el aire se inflaman y se cierran, y por eso jadeas o te falta el aire.
Colesterol alto: es cuando en la sangre hay demasiada grasa, y se pueden taponar las venas y que esto cause problemas en el corazón.
Corazón débil (insuficiencia cardíaca): es cuando el corazón no tiene bastante fuerza para hacer que la sangre llegue a todas las partes del cuerpo.
Diabetes tipo 2: es cuando el cuerpo no puede controlar bien el azúcar que tiene en la sangre, y entonces no puede usarla para conseguir la energía que necesita.
Dificultad para moverse (esclerosis múltiple): es cuando el cuerpo deja de obedecer bien a la mente, y entonces tiene problemas para caminar y moverse.
Dificultad para respirar (EPOC): es una enfermedad que hace que los pulmones se deterioren poco a poco, y que te cueste muchísimo respirar.
Dolor en las articulaciones (artritis reumatoide): esto pasa cuando el sistema de defensa del cuerpo ataca a sus propias articulaciones, lo que hace que se hinchen y duelan.
Dolor en todo el cuerpo (fibromialgia): esta enfermedad causa una sensación de dolor en los músculos todo el tiempo y mucho cansancio.
Hígado inflamado (hepatitis crónica): es cuando el hígado va empeorando poco a poco por culpa de un virus o por tomar demasiado alcohol.
Huesos débiles (osteoporosis): ocurre cuando los huesos se vuelven frágiles y es fácil que se rompan.
Miedo o preocupación excesiva (trastorno de ansiedad generalizada): es sentirse nervioso o con miedo todo el tiempo, aunque no haya ningún peligro.
Movimientos lentos y temblores (Parkinson): es cuando los músculos se vuelven tan rígidos que cuesta moverse o escribir.
Pérdida de memoria (Alzheimer): es la enfermedad que hace que olvides cosas, tengas problemas para hablar y para hacer tus cosas del día a día.
Presión arterial alta (hipertensión): pasa cuando la sangre empuja con mucha fuerza contra las arterias, lo que puede dañar el corazón.
Problemas con el pan y las harinas (enfermedad celíaca): pasa cuando el cuerpo no puede digerir bien el gluten (una sustancia de algunos cereales) y eso causa dolor de estómago y malestar.
Problemas de salud por mala alimentación (síndrome metabólico): cuando tienes más grasa de la que tu cuerpo necesita, y tienes el azúcar y la presión alta al mismo tiempo.
Problemas en los riñones (enfermedad renal crónica): cuando los riñones dejan de filtrar y limpiar bien la sangre, lo que puede causar que te hinches y sientas cansancio.
Sobrepeso y obesidad: es tener más grasa de la que el cuerpo necesita, lo que puede causar problemas en el corazón y las articulaciones.
Tristeza constante (depresión crónica): cuando te sientes triste o sin ganas de hacer nada por mucho tiempo.
Venas tapadas (enfermedad coronaria): pasa cuando se te forma grasa en las venas que llevan la sangre al corazón, lo que puede causar un infarto.
📌 Si quieres saber más sobre cómo mejorar la comunicación en salud y formar a tu equipo en estrategias efectivas, escríbenos. La información que se entiende salva vidas.
