Estamos tan acostumbrados a los mensajes visuales que cada vez nos cuesta más entender ideas abstractas. ¿Cómo hacemos para explicar ideas abstractas en este mundo visual?
El cerebro entiende rápido lo que ve, pero le cuesta más procesar lo que solo escucha o lee. Leer requiere esfuerzo, y cuanto más abstracta es una idea, más difícil es retenerla.
El problema es que hoy vivimos rodeados de información rápida y visual. Estamos acostumbrándonos a procesar imágenes al vuelo, pero cada vez nos cuesta más manejar conceptos abstractos. Estudios recientes muestran que este bombardeo de estímulos fragmenta nuestra atención y hace más difícil el pensamiento profundo.
Si comunicamos ideas complejas, tenemos un reto: ¿cómo explicarlas a una audiencia que cada vez piensa más en imágenes y menos en palabras?
Estrategias para explicar con claridad ideas complejas
La claridad no solo es usar palabras sencillas
Ser claro es algo más que escribir frases sencillas. Quiere decir estructurar bien las ideas, conectar conceptos de forma lógica y presentar la información de manera que cualquiera pueda comprenderla sin esfuerzo.
Claridad lingüística: usar frases cortas y directas, evitando tecnicismos innecesarios. Según Sweller (1988), una redacción clara reduce la carga cognitiva del lector, permitiéndole procesar y retener mejor la información.
Claridad estructural: organizar el texto de forma lógica, evitando saltos temáticos. Modelos como la pirámide invertida en periodismo o la estructura clásica de introducción, desarrollo y conclusión ayudan a guiar a los lectores (Eysenbach y Diepgen, 1998).
Claridad conceptual: definir bien los conceptos y evitar ambigüedades. Si un término no se explica correctamente, cada persona puede interpretarlo de manera diferente. Baddeley y Hitch (1974) demostraron que la falta de precisión aumenta la carga cognitiva y dificulta la comprensión.
Claridad jerárquica: priorizar la información. Lo más importante debe ir primero, seguido de detalles secundarios. Ochs y Cappella (1996) demostraron que una estructura jerárquica facilita la retención y evita la sobrecarga de información.
Claridad visual: estructurar el texto con párrafos cortos, listas y subtítulos. Una mala presentación puede hacer que incluso un texto bien escrito resulte confuso. Estudios como los de Tufte (2006) muestran que una buena organización visual mejora la lectura y la comprensión.
Ten claros los objetivos de tu mensaje y cómo son los grupos a los que te diriges
Al abordar temas abstractos, es fundamental que el contenido tenga un significado claro para los lectores. Si perciben el mensaje como útil o relacionado con sus intereses, estarán más inclinados a prestar atención y valorar lo que se expone. La relevancia, en este sentido, es clave para captar su interés y hacer que el contenido les resulte significativo.
Por tanto, el contenido debe pensarse a la medida de cada público, de manera que los distintos perfiles encuentren la información que le resulta importante y comprensible.
En una misma publicación o contenido es posible combinar mensajes dirigidos a distintas audiencias. Esto se logra con una estructura bien organizada que integre modularidad y progresión lógica.
La modularidad consiste en dividir el contenido en secciones o bloques autónomos, lo que permite que diferentes tipos de lectores accedan solo a las partes que les interesan.
La progresión lógica asegura que las ideas se desarrollen de forma clara y secuencial, facilitando que los lectores, independientemente de su nivel de conocimiento, sigan el contenido sin perder el hilo. Así, se puede mantener la relevancia para públicos variados dentro de un mismo mensaje.
Organiza el contenido en módulos para distintos públicos
Dividir el contenido en módulos permite dedicar distintas secciones a un públicos distintps, facilitando el acceso a la información sin obligar a todos los lectores a recorrer el documento completo. Algunas estrategias para conseguirlo son:
Resúmenes ejecutivos al inicio: incluir un resumen con los puntos clave más relevantes para todos los públicos. Esto permite a quienes buscan una visión general acceder a la información esencial sin necesidad de profundizar en todo el documento.
Capítulos o secciones diferenciadas: usar títulos claros que indiquen a cada grupo dónde encontrar lo que necesita. Por ejemplo, un apartado de «Resultados operativos» para empleados y otro de «Impacto financiero y proyecciones» para stakeholders. Esto les evita tener que buscar entre páginas de contenido irrelevante para su interés.
Anexos técnicos: la información más detallada puede ir al final del documento. Así, quienes necesiten datos específicos pueden consultarlos, y no llenas de tecnicismos el cuerpo principal del informe.
Estructurar la información de esta manera permite que un mismo informe sea útil para distintos públicos, asegurando que todos encuentren lo que necesitan de forma rápida y eficiente.s
Qué necesitan tus distintas audiencias
Para que un mensaje sea eficaz, es fundamental que sepas a qué distintos grupos te diriges y entender sus necesidades. Cada grupo tiene intereses distintos, y no adaptar el contenido puede generar confusión o desinterés.
En el caso de los informes corporativos o anuales, por ejemplo, empleados y stakeholders buscan información diferente:
Empleados: necesitan detalles operativos y datos técnicos específicos sobre su área. El lenguaje debe ser preciso y claro, evitando ambigüedades y asegurando que la información sea funcional y útil para su trabajo diario.
Stakeholders y directivos: están más interesados en los resultados globales, el impacto financiero y las proyecciones estratégicas. Para ellos, es clave presentar la información de forma clara y estructurada, priorizando los datos más relevantes y evitando tecnicismos innecesarios. El uso de narrativas concisas, gráficos simples y conclusiones bien fundamentadas facilita la toma de decisiones a este nivel.
Adaptar el contenido a cada audiencia no solo mejora la comprensión, sino que también refuerza la utilidad y relevancia del mensaje.
Representa la información visualmente para simplificar la complejidad
La información compleja puede explicarse mejor a través de representaciones visuales. Diversos estudios (Ware, 2012) han demostrado que los gráficos y esquemas permiten procesar conceptos abstractos de forma más eficiente. Edward Tufte resalta que las visualizaciones bien diseñadas reducen la carga cognitiva, ya que el cerebro detecta patrones rápidamente y retiene la información con mayor facilidad.
Además, investigaciones en psicología cognitiva (Sweller, 2011) han encontrado que las representaciones visuales activan áreas del cerebro especializadas en el procesamiento espacial. Esto ayuda a integrar datos dispersos, acelerando la comprensión y mejorando la retención, especialmente en entornos donde la precisión es clave.
Cuándo usar representaciones visuales
La visualización de información es útil en varias situaciones:
- Comparación de datos y múltiples variables: Representaciones como gráficos de barras o tablas facilitan la identificación de patrones y tendencias (Tufte, 1983; Sweller, 2011).
- Explicación de procesos complejos: Diagramas de flujo o esquemas ayudan a los lectores a seguir el orden lógico de los pasos (Ware, 2012; Sweller, 2011).
- Síntesis de grandes volúmenes de información: Infografías permiten presentar datos de forma accesible y memorable (Ware, 2012).
- Conceptos abstractos sin representación física: Diagramas y gráficos ayudan a visualizar ideas que no pueden mostrarse de forma concreta (Sweller, 2011; Ware, 2012).
Estudios en psicología cognitiva (Sweller, 2011; Ware, 2012) han demostrado que combinar texto con visualizaciones mejora significativamente la retención de información.
Cuándo NO usar visualizaciones
No siempre es recomendable recurrir a gráficos o imágenes. Algunas razones para evitarlos incluyen:
- Temas que requieren explicaciones detalladas: Algunos gráficos pueden simplificar en exceso la información, perdiendo matices importantes (Sweller, 2011).
- Cuando el texto ya es claro por sí mismo: Tufte (1983) advierte que agregar gráficos innecesarios puede ser una distracción en lugar de un apoyo.
- Si tu público no está familiarizado con la interpretación de gráficos: En estos casos, los elementos visuales pueden dificultar la comprensión en lugar de facilitarla (Ware, 2012).
- Si usas demasiados elementos gráficos: Un uso excesivo de colores, formas y efectos puede generar sobrecarga visual y confusión (Tufte, 1983).
- Si los datos están mal organizados o son irrelevantes: Si la visualización no añade valor o no presenta la información de manera clara, es mejor prescindir de ella (Tufte, 1983).
Conclusión: Comunicar en un mundo que lee menos
La forma en que procesamos la información está cambiando. La exposición constante a mensajes visuales ha reducido nuestra capacidad para manejar conceptos abstractos y ha acortado nuestra atención. Esto tiene consecuencias directas en cómo debemos comunicarnos.
Si queremos que nuestro mensaje llegue y se comprenda, necesitamos adaptarnos: estructurar bien la información, usar un lenguaje claro, organizar el contenido en módulos y apoyarnos en recursos visuales cuando aporten valor. No se trata de simplificar en exceso ni de renunciar a la precisión, sino de facilitar la comprensión en un entorno donde la inmediatez y la sobrecarga informativa son la norma.
Comunicar con claridad ya no es solo una ventaja, es una necesidad. En un mundo donde la lectura profunda se está volviendo una rareza, la clave no es que la gente haga un esfuerzo extra por entendernos, sino que nosotros hagamos el esfuerzo de ser claros.
Referencias
Baddeley, A. D., y Hitch, G. J. (1974). Working memory. In G. H. Bower (Ed.), The psychology of learning and motivation (Vol. 8, pp. 47-89). Academic Press.
Eysenbach, G., y Diepgen, T. L. (1998). Towards the quality of health information on the internet: Evaluation, implementation, and assurance of quality. Journal of Medical Internet Research, 1(1), e8.
Leder, H., Tinio, P. P., y Tsutsui, K. (2019). The Influence of Social Media on Cognitive Processing. Psychological Aesthetics, Creativity, and the Arts, 13(2), 123-130.
Lorch, R. F., Jr. (1989). Text-signaling devices and their effects on reading and memory processes. Educational Psychology Review, 1(3), 209-234.
Sweller, J. (1988). Cognitive load during problem solving: Effects on learning. Cognitive Science, 12(2), 257-285.
Sweller, John. Cognitive Load Theory. Psychology Press, 2011.
Mark, G. (2023). Attention Span: A Groundbreaking Way to Restore Balance, Happiness, and Productivity. Hanover Square Press.
Ochs, E., y Cappella, J. (1996). Discourse analysis and communicative competence. Journal of Discourse Processes, 21(3), 195-222.
Ware, Colin. Information Visualization: Perception for Design. Morgan Kaufmann, 2012.
Wolf, M., y Barzilai, S. (2020). The Distracted Mind: Impacts of Digital Reading on Thinking and Learning. Journal of Cognitive Neuroscience, 32(4), 536-548.
