No uses las palabras para esconderte

Aprender a comunicar con claridad no solo mejora la calidad de nuestros mensajes: también abre puertas, facilita el liderazgo y refuerza nuestra posición en el entorno profesional.

Todos hemos pasado por eso: un examen que no hemos preparado del todo y la tentación de escribir de más para disimular lo que no sabemos. El jefe nos pide una presentación que no entendemos del todo y acabamos rellenando diapositivas como si no hubiera un mañana. Escribimos un email lleno de instrucciones y no lo editamos después.

Como ves, esta técnica de «enrollarse», donde usamos muchas palabras sin decir mucho, no es solo cosa de estudiantes. En el mundo adulto, se ve en muchos contextos… y el problema es que esa opacidad nos delata. La incapacidad de dar mensajes claros en nuestro trabajo habla muy mal de nuestra profesionalidad.

En el mundo académico

No solo los estudiantes llenan páginas con respuestas largas y vacías de contenido. Esta práctica también ocurre entre académicos que, para tratar de dar mayor relevancia a un estudio, usan un estilo de redacción enrevesado. Aunque en ocasiones nos vemos obligados a presentar trabajos que no suponen una gran aportación en términos de conocimiento, hay modos de gestionar esta situación de forma que no tenga un coste para nuestra imagen profesional.

En el ámbito empresarial

Los informes empresariales suelen estar llenos de frases largas, términos innecesarios y palabras complicadas. La intención es dar prestigio a la organización, mostrar que somos una empresa seria y profesional. Pero el resultado suele ser el contrario: documentos difíciles de entender y que no transmiten lo esencial. Y eso también tienes costes en términos de imagen.

En presentaciones y conferencias

A todos nos ha tocado escuchar a alguien hablar durante minutos sin llegar a un punto claro. Los ponentes a veces se «enrollan», perdiéndose en detalles o yendo por caminos que no aportan al mensaje principal. Y si hay algo que las audiencias no perdonan es que las aburramos y les hagamos perder el tiempo.

En la comunicación diaria

No solo pasa en grandes informes o presentaciones. En correos, mensajes de texto y hasta en redes sociales, muchas veces usamos más palabras de las necesarias. Un exceso de formalidades o detalles irrelevantes complica lo que debería ser un mensaje simple. Y lo peor: no logramos que se entienda bien.

¿Por qué nos «enrollamos»?

Las razones pueden ser tanto egoístas como relacionadas con la falta de competencia. A veces, nos «enrollamos» para impresionar, para mostrarnos más competentes o para cubrir alguna inseguridad. Otras, sencillamente, es que no hemos aprendido a comunicar de forma efectiva. Porque es algo que requiere un aprendizaje y algo de práctica.

La clave está en formarte

La mejor forma de aprender a comunicarse con claridad es a través de la formación. Aunque parezca algo natural, dominar las técnicas de comunicación efectiva requiere práctica y conocimientos. Formarse en este ámbito nos permite identificar los errores comunes, aprender a estructurar ideas y afinar el lenguaje para que el mensaje sea directo y preciso. Además, una buena formación nos da herramientas para adaptar nuestra comunicación a diferentes audiencias, asegurando que siempre nos comprendan, independientemente del canal o del contexto.

En un mundo donde nadamos en sobreinformación, la capacidad de comunicar con precisión se convierte en una ventaja competitiva. Invertir en formación para mejorar nuestras habilidades comunicativas no solo refuerza la eficacia de nuestros mensajes, sino que también construye confianza y credibilidad en quienes nos escuchan o leen. La claridad no es solo un valor añadido: es una necesidad en cualquier entorno profesional.